Relata en forma prácticamente
continua las relaciones de un pequeño grupo de jóvenes (veinteañeros como la autora al publicar ésta,
su primera novela), unidos principalmente por su constante drogadicción -básica
de cocaína, algunas pastillas, marihuana, tabaco y alcohol- y actividad sexual
con prácticas de prostitución hétero y homosexual de ambos géneros. Destaca la
relación asimétrica, pasional, posesiva, afectivamente individualista hasta la
fijación maníaca adolescente que desencadena la gran belleza física de Facundo,
su hierática actitud y pretendida superioridad intelectual, -héroe de esta
reducida novela-, entre él y Narval, dos varones sin grupo familiar, al que se
suma Carolina, una joven que vive con un hermano en tratamiento siquiátrico, y
sus padres que los mantienen tolerando sus engaños para los mencionados vicios,
en la ciudad de Buenos Aires a mediados de los 90, sin que ninguno de los
protagonistas realice actividad productiva o estudios, ni la narración detalle
la situación social, económica, cultural ni política del país.
La estructura
narrativa no acusa más elaboración que la yuxtaposición de acciones en continuidad
de espacio y tiempo, a pesar de estar compuesta por dos partes subdivididas en
segmentos numerados que no llegan a constituir casi progreso dramático salvo
referir al acumulativo daño toxicológico del consumo, ni modificaciones
vinculares entre sus protagonistas o con su entorno. La situación narrada es
como la misma, siempre: la marginalidad social en que deslumbra la superbelleza
del héroe, la atracción, celos, o el amor posesivo incontenible que despierta pero
rechaza en su acompañante así como la frustrada intentona constante por
conquistarlos de la femenina ,en esa trinidad protagónica. Como un chicle que estiran
las páginas permaneciendo sin cambio ni progreso literario, tal vez con la sola
intención de escandalizar, desagradar o molestar cual inicio de náusea a riesgo
de inevitable aburrimiento.
Sobre su título
“Bajar es lo peor”: “Peor”, es la parte más mala o fea de una experiencia nada
buena ni grata…
En varios
segmentos, reinan largas descripciones de detalles banales, sólo porque ocurren
las escenas sin más relevancia axiológica que reiteradas rebeliones adolescentes
de mayores que no por rebeldes superan la puerilidad de mantenidos y peor,
colonizados, como se manifiestan en éste y otros diálogos:
“-Si no hay límite, hay un montón de
posibilidades y eso es terrible porque la vida es demasiado corta. Cuánto
podemos vivir ¿setenta años?
–Al paso que vamos nosotros ni la mitad! Me gustaría
morirme de sobre dosis, un pico directo a la cabeza, placer total y ni darte
cuenta que te moriste.
–Sos un
enfermo: es horrendo. Una vez me zarpé con merca, fue una cosa espantosa. Terminé
en un hospital”. (pag
61/2) Resulta casi masoquista Facundo? O es valentía hacerse mal por ser
peligroso o prohibido?
“-No encajar, es sentir que no formas parte
de algo… no sólo ser extraño para los demás sino que los demás sean extraños
para uno. Como si fueras de otra parte, como si no estuvieras en este mundo,
como si fueras un espectador.” (pag 64) La información intelectual no se
registra: “El extranjero” de Albert Camus publicado en 1942 (53 años antes y también
veinteañero cual Enríquez cuando la publicó), o “El reposo del guerrero” de, la
feminista francesa Christiane Rochefort, (furor en 1958 aquí, hacían ya 37
años, -16 años antes que naciera Enríquez-) con sus explícitas relaciones
sexuales que en el relato se soslayan, implícitas, no como tantas otras
acciones sin más trascendencia que la anodina unidad de espacio y tiempo.
Pareciera relato
para asustar, como de quien se hubiera asustado y asustando, escamotea el
original. Freudiana siempre la sexualidad, acá yace como una entre-narración
femenina de la homosexualidad masculina, ornada de cocaína y demás yerbas.
Final inevitable
y ciertamente moralista: la muerte por “sobredosis” o por primer “pico” del héroe?
En la contratapa
de la re edición, una comentarista pretende vincular a la autora -¿como
crítica?-, con lo que denomina “escenografía menemista”… pero en todo caso, la
omisión total de ese régimen en la novela, más bien la expone mirando para otro
lado, hacia el lado ultrapersonalista individual de su/s personajes y héroe,
pero no como víctimas de esa “escenografía” oficial.
Jorge Zanada.
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